Inteligencia artificial, inteligencia humana y el gobierno de las naciones

Resulta más que evidente que la evolución tecnológica nos conduce inexorablemente hacia nuevas áreas del conocimiento, hoy todavía no suficientemente conocidas, pero a las que, sin darnos cuenta, nos vamos acostumbrando, o al menos así debería ser, pues sin esta obligada adaptación, negando lo obvio, como mínimo perderemos oportunidades.

Creo que no hay nadie en nuestra sociedad que no haya oído hablar ya de la inteligencia artificial, aunque, de momento, muy pocos saben realmente qué es ni los usos que se derivan de ella al servicio del ser humano y su obra.

El origen de la IA y la comparación con la inteligencia humana

Todo empezó a mediados del siglo pasado, cuando científicos como el británico Alan Turing comenzaron a plantearse si se podían crear máquinas capaces de simular la inteligencia humana.

De hecho, mientras que la inteligencia humana (IH) es el resultado de millones de años de evolución biológica, la inteligencia artificial (IA) es precisamente el producto de la investigación y el desarrollo tecnológico para crear un nuevo tipo de inteligencia capaz de responder a una serie de necesidades que el ser humano, por sí solo, no podría resolver con la misma eficiencia.

Los límites de la IA y la fuerza de la inteligencia humana

Eficiencia, sí, pero ¿cuál es el límite de la IA?, nos preguntamos la mayoría.
¿Puede una máquina replicar la empatía, la creatividad o la intuición humana?
¿Puede una máquina generar las emociones que alimentan nuestra IH?

Frente a una IA que nos aporta una enorme capacidad para analizar rápidamente ingentes volúmenes de datos, con gran precisión, con disponibilidad continua, 24h/24h, y con escalabilidad para aumentar la
capacidad de procesamiento y almacenamiento, la IH nos aporta la creatividad para generar ideas nuevas y originales, toma decisiones en función de los sentimientos y los estados de ánimo, aprende de la experiencia y se adapta a situaciones cambiantes, y aplica el autoconocimiento y la comprensión del
entorno: la conciencia.

Frente a una IA que automatiza tareas programadas, analiza datos y se adapta a las preferencias individuales, la IH tiene flexibilidad cognitiva y, por tanto, sirve para afrontar problemas no estructurados, tiene la habilidad para interactuar socialmente, comunicando, colaborando y negociando, y aplica la
ética y la moral en las acciones y decisiones.

Complementariedad y oportunidades

La conclusión, sin embargo, es que la colaboración entre la IA y la IH puede potenciar las capacidades de ambas.

La IA puede asumir tareas rutinarias y analíticas, liberándonos a los humanos para que podamos enfocarnos en actividades creativas y estratégicas, y así poder guiar y mejorar el desarrollo de sistemas de IA más avanzados y éticos.

IA e IH son totalmente complementarias, y la armonización de ambas puede conducirnos a importantes avances en todos los campos del conocimiento, desde la medicina, hasta la educación y más allá, quizás incluso en el gobierno de las naciones.

Los obstáculos emocionales de la inteligencia humana

Al fin y al cabo, la otra cara del ser humano y su particular inteligencia —la de las emociones, los sentimientos y la conciencia— es precisamente la vulnerabilidad frente a los desequilibrios derivados de la ambición, la tentación, la vanidad, el egocentrismo, los intereses personales o el partidismo ideológico,
entre muchos otros.

He aquí que, si los ciudadanos y, más concretamente, sus representantes, tuvieran el valor de someterse a la ayuda de la IA, probablemente se derivaría uno de los usos más revolucionarios de la evolución del hombre y su impulso tecnológico.

El caso de Andorra: ¿una oportunidad perdida?

Efectivamente, si hay un fenómeno que llama la atención —y me centro ahora en Andorra— es que da la sensación de que en el gobierno de nuestra nación reina la confusión, y nuestros gobernantes y sus opositores, más allá de la mayor o menor buena fe que le pongan, se empeñan en negar lo que es más
racional y de sentido común.

De tal forma que, haciendo uso de los defectos más evidentes de la IH, se alejan de lo más obvio y nos conducen innecesariamente hacia un futuro incierto.

Cuando tal vez, usando adecuadamente esta IA de la que todos se llenan la boca, encontrarían soluciones definitivas a dilemas como la vivienda, las pensiones o la Unión Europea, y trazarían un camino mucho más claro y mayoritariamente satisfactorio para nuestra ciudadanía.

Una esperanza que solo comienza

Tal vez sea pronto para exigir a los gobiernos del mundo que usen la IA y la pongan al servicio de aquellos objetivos más nobles que la humanidad reclama, pero si hay un uso de la IA que destaca por encima del resto, es precisamente este.

Sin duda profundizaremos en ello, esto no ha hecho más que empezar, pero la esperanza es muy costosa, sabiendo que el principal obstáculo somos nosotros mismos, creadores y a la vez negacionistas.

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